miércoles, 30 de noviembre de 2011

Suecia duplica la inversión española en capital humano

Mientras aquí seguimos pensando en rebajar el costedel despido, los países líderes piensan en cómo hacer crecer y retener elcapital humano. Resultado: mejores salarios y, al tiempo, más beneficios empresariales en su Norte que en nuestro Sur.

El camino contrario al de formar permanentmente y promover a los trabajadores, esto es la vía española desiempre de aumentar beneficios empresariales bajando salarios, nos mantiene enla cola europea en eficiencia y productividad; es decir, nos mantiene con la bajacompetitividad que muestra nuestra deficitaria balanza comercial con el resto del mundo.

Digámoslo una vez más: el problema no son losproductos que vienen de China, sino los muebles que vienen de Suecia, lostomates y las flores de Holanda, las patatas de Bélgica, las máquinas de Alemania...

Peer Ederer, de la Zepellin University de Alemania,ha calculado el “patrimonio capital humano” por persona en función de la inversión en formación general y profesional: 78 mil eur en España, quesólo supera a Irlanda (77) y Portugal (69), por 175 mil en Suecia y 173 enDinamarca. ¿Queréis más datos? Mirad los de inversión en innovación y encontraréis los mismos: nuestro país en el lugar 19 de 27, sólo por delante de lasex-repúblicas soviéticas y compartiendo zona con Portugal, Irlanda y Grècia.

¿Os suenan los PIGS?

Es tan simple que sorprende que se ignore: nogana más quien menos paga, sino quien más obtiene a cambio de lo que paga. Por elmismo motivo que Mesi le resulta barato al Barça y yo, por poco que me pagara, leresultaría carísimo.

Permanentmente formados, bien utillados, con procedimientosoptimitzados y la mejor tecnología a su alcance, un buen trabajador puede producir cien veces lo que producirá uno mejor que no disponga sino de sus manos. Peroclaro, hace falta invertir; era más fácil hacerse promotor, contratar mano de obra no cualificada con contrato temporal, construir a crédito y vender sobre plano.

Así que nada, aquí seguiremos discutiendo cómo abaratarunos despidos por motivos “improcedentes” que, como su nombre indica, más al Norteno proceden; y mientras, nuestro sistema sigue haciendo prácticamente imposible despedirpor los motivos procedentes con que allí sí se puede, como la vagancia, negligencia yabsentismo.

¿Falta mucho para que los “confederados” del Norte ganen esta batalla? (aquí hago un bucle y os invito a leer el post: "¿Sólo es un cuento?)

sábado, 26 de noviembre de 2011

Derechos y deberes

Si estamos obligados a pagar impuestos, porqué no a elegir a quien los ha de administrar? A quien conviene que votar sea voluntario? No al votante, pienso; este, es decir todos nosotros, soportamos estoicamente la ensenyanza obligatoria, las normes de circulación, el pago de impuestos...No vendrà ahora de un par de hores para ir a votar.

¿Tan endeudados estamos?

No, no lo estamos más que otros países que tienen menor prima de riesgo y no están sometidos a un espectacular programa de recortes sociales. Se puede comprobar en el comparativo de deuda hecho por la BBC con una brillante infografía.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Esfuerzo vs resultados


No hay cultura del esfuerzo que valga: la racionalidad que caracteriza al hombre le hace buscar siempre la solución que demanda el esfuerzo mínimo. Otra cosa es la obsesión por los resultados: esta me temo que sí es cultural.

La gran contradicción es establecer una cultura que prima los resultados, no importa cómo se obtengan, y al tiempo quejarnos porque la juventud ha “perdido” la cultura del esfuerzo que, supuestamente, tenían nuestros antepasados: se esforzaban si hacía falta, y ciertamente podía hacer más falta antes que ahora; pero desde que bajamos del árbol que buscamos minimizar el esfuerzo!

De hecho la innovación, ese proceso de generación de nuevas formas de hacer, nunca triunfa si no supone un menor esfuerzo para quienes la adoptan. Buscar como minimizar el esfuerzo de los otros es la mejor, acaso la única manera de innovar.

Por eso, pretender inocular cultura del esfuerzo es inútil: gastar más del necesario, para  un resultado dado, iría contra la inteligencia del “homo sapiens”. En cambio, sí que me parece posible y necesario inocular una cultura del placer con aquello que se hace, opuesta al tramposo placer de los resultados que obtengas: siempre una zanahoria ante las narices mientras malgastas el tiempo que le destinas. ¡Pero si no tenemos nada más que tiempo, si éste es la única materia de nuestra vida!

No hace cimas el alpinista, ni millas el corredor de fondo, por cultura del  esfuerzo sino por el gozo de hacerlo ¡Ese es el secreto!

La obsesión por los resultados no deja de ser en todo similar al cielo después de muertos  con el que todas las curias — romanas, comunistas y capitalistas—, nos cambian hoy por mañana.

            —¿Cuándo comeremos el pan de hoy, padre?—pregunta el hijo sorprendido  de ver la barra del día intacta mientras roen la de la vigilia.
            —Mañana, hijo mío, mañana.

lunes, 21 de noviembre de 2011

¿Es (sólo) un cuento?

Tom estaba orgulloso del trabajo hecho: todo el algodón recogido en menos de un mes. Imaginaba contento al patrón, un buen hombre del Norte que quizás al día siguiente, cuando le diese la paga, sabría reconocérselo. Se lo habría ganado: de sol a sol sin descanso, justo uno de muy corto para dar un bocado cuando se lo llevaba la Sally. 

Miró aquellos campos bajo el cielo rojizo del atardecer —un mar verde ondulante bajo una bola de fuego—; inspiró fuerte para llenarse de aquel aire dulce; se secó las últimas gotas de sudor de la frente y se encaminó hacia el pozo: antes de verse con Sally quería lavarse. Hoy la llevaría al cobertizo que había visto más allá de los barracones, le urgía poseerla a solas: delante de los demás nunca más!
            Se lavó a fondo con el agua que la palanca hacía subir de ves a saber dónde, de muy adentro, fría que hacía daño. Muchos la temían: “ni para beberla es buena el agua”. A él no le dio miedo, se la tiró por encima con el cubo: muy fría, pero siguió mojándose; los sobacos llenos de tirabuzones, el cuello como el de un toro, el pecho como un armario…
—¿Qué, guapo, quieres compañía?—Sally salió a recibirlo: llevaba el cabello hacia atrás y una gardenia blanca detrás de la oreja derecha.
            —Mira que eres bonita!—Tom la cogió suavemente por la cintura, estirándola hacia el cobertizo.


—Tom, ¿dices? a ver...sí, Tom, aquí está. Buen trabajo, aquí tienes, descontado alojamiento y comida, aquí tienes veinticinco—le dijo al día siguiente el capataz del amo.
            —¿Cómo dice, jefe, alojamiento y comida?
            —Y qué te creías, que te lo regalaríamos ?. Anda, vete y vuelve el año que viene si aún estás fuerte como ahora.
Le dio el dinero a Sally, —guárdalo tú, mujer, que a mí se me puede perder—, e hicieron camino hacia la ciudad: veinte casas bordeando un camino lleno de roderas y a reventar de trabajadores como ellos que se gastaban la paga. Fueron a buscar un lugar donde dormir.
—¿Para vosotros?. Será en el pajar, a dos dólares la noche.
—Dos dólares?—Tom observaba a su mujer:—Con la paga no tendremos ni para diez días. Dormiremos a serena.
            Lo hicieron unas cuantas noches, levantándose antes de que les tirasen los perros encima. Para comer iban haciendo con aquellos dólares y al acabarlos se encaminaron hacia McDermont: la finca estaba desolada, todo el algodón en flor por recoger y la misma casa deslucida
Encontraron al señor en la sala grande, solo, a oscuras, sentado delante de una botella medio vacía dejada sobre la mesa, al lado de un sable brillante: todavía vestía el desgastado uniforme gris de los confederados del Sur.
            —¿Ya estáis aquí? Dios del cielo, sí que habéis tardado poco.
            —No teníamos a donde ir, señor, sale muy caro dormir a cubierto.
            —¿Y qué te creías, hombre libre? Allí donde vayas habrá un amo. Libres! ¿De verdad os habíais creído que los del Norte os harían libres?
            Tom no sabía qué decir. Tampoco Sally, que miraba al amo con unos ojos que en la oscuridad eran como dos pequeñas lunas llenas. “Mejor dejarlo hablar”.
            —Ya veis lo que de verdad querían: vuestros brazos… y pagarlos sólo mientras les hacen falta: después, vete, que aquí molestas... Benditos, con sus promesas de libertad os los creísteis. ¿Y ahora qué?
            —Quizá tenéis trabajo para nosotros...
            —Yo ya no tengo trabajo! ¿No habéis visto los campos? Todos echados a perder y mi patrimonio, todos vosotros, a quienes he alimentado desde que eráis niños, ahora vagando por los caminos y trabajando para otros. Suerte que no se les acudió abrir también las cuadras.
            — Yo...
          No digas nada, no hace falta. Ya nos añoraréis, ya... Si más no nosotros, cuando queríamos un trbajador lo comprábamos. Y lo cuidábamos... Pagarlos solo cuando te hacen falta, como a las putos... qué idea! Con razón nos ganaron la guerra!
McDermont calló de golpe, paladeaba sus palabras. Se llenó el vaso, bebió un trago y observó largamente a la pareja. Sobre todo a ella. La miraba de arriba abajo y se lamía el labio inferior con la punta de la lengua.
—Pero tranquilo, Tom, esta noche os podéis quedar aquí. Tienes una cosa que quiero. Te daré dos dólares y solo te cobraré uno por el alojamiento.
           
—Tom!, ¿qué haces con ese sable?—gritaba Sally una hora después y un segundo tarde: el hierro ya enfilaba carne adentro.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Votar y a quién votar no es la (única) cuestión

Para quienes no pudimos votar durante años, poder hacerlo es importante; pero lo es mucho más qué haremos unos y otros el dia siguiente y el otro.