martes, 14 de febrero de 2012

el coche, para quien no tiene metro

Un amigo mío que vive en Suiza me comunicó, hace unos años, que se vendía el coche. Mi pregunta inmediata fue que cuál se pensaba comprar: —ninguno, Jordi, no me hace falta; aquí en Suiza puedo ir en metro donde quiera, incluso a esquiar!

Me he acordado leyendo un artículo en “El Economista”, de Bernaldo de Quirós, donde comparaba el capitalismo de Estado chino y el libre mercado occidental. Su conclusión es que el Estado no puede averiguar cuáles son los productos que la gente comprará, y que esto hace superior al libre mercado.

No criticaba al Estado chino por negar la voz a la población, sino por desconocer los gustos futuros de los consumidores! ¿Y si éstos quieren más bienes públicos: metro, parques, sanidad, enseñanza, cultura...?

Tampoco hablaba de la competencia como vía para contener precios y beneficios; lo único que destacaba era la capacidad del libre mercado para satisfacer los gustos de los consumidores, al dejar aparecer miles de nuevos productos y seleccionar unos cuántos.

Con seis millones de parados sólo en España y más de la mitad de la población mundial pasando hambre, parece estúpido defender un sistema cuya virtud es, exclusivamente, su capacidad para descubrir qué diantre querrá ahora una minoría harta de todo.

Y lo más triste es que de esto dependa, en buena parte, la salida de la crisis, pues dada la brutal concentración de riqueza en muy pocas manos, conseguir que éstas consuman deviene vital. Por eso hay que saber qué caray querrá ahora este 1%. Porque lo que quiere buena parte del otro 99% está muy claro, más claro cuanto menos tienen: comer, vestirse, guarecerse... Pero, ay caramba, estos no tienen con qué pagar!

Lo he dicho más de una vez en este blog: en una situación que empieza a asemejarse a la de ahora, Francia eligió la guillotina e Inglaterra el fin de los monopolios, para hacer llegar el pan a todo el mundo.

La bondad del libre mercado está en la competencia como vía para moderar precios y beneficios; y la de la democracia en poner aquél al servicio del ciudadano. Es con estas dos características que Occidente tiene que superar al capitalismo de Estado chino; y no con esta pequeñez de adivinar los gustos de los consumidores

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