martes, 31 de enero de 2012

O emigrar o adelgazar

Es muy fácil: el capital se va allí donde saca más rentabilidad y las mercancías vienen de allí donde menos cuestan de hacer. Y las personas, “disfrutando de su libertad”, arriba y abajo siguiendo a unos y otras. Al fin y al cabo, la historia de la humanidad es la de una emigración permanente. Nada nuevo: ¿quién no es hijo o nieto de inmigrantes? ¿Quién no será padre o abuelo de emigrantes?

Si además se trata de un espacio económico integrado, bajo una misma moneda y con absoluta libertad de movimiento de capitales, mercancías y personas, los flujos se aceleran. Y esto es hoy en día Europa: una inmensa centrifugadora con un núcleo central que aspira y una periferia que es aspirada.

Aduanas, aranceles y moneda propia ponían un freno a este fenómeno y permitían la esperanza de un desarrollo autónomo; y a pesar de que un país fuera menos desarrollado, como por ejemplo el nuestro, permitía que sus campeones locales, los de mayor productividad “local”, pudieran competir internacionalmente.
Por eso puede competir hoy en día la China, a pesar de que producir allí sea más costoso que hacerlo en un país desarrollado. Más costoso en la China, me preguntará alguien: pero si allí pagan a los trabajadores con un cuenco de arroz!
Todo necio confunde valor y precio, decía Quevedo; y yo añadiría que también confunde coste y salario.
El salario es la parte del producto que cobra el trabajador por su trabajo, como los beneficios son la parte que se queda el amo de los medios de producción. Pero el coste de producir es otra cosa, es la relación entre inputs —trabajo, materias primas y medios de producción— y outputs, esto es la inversa de la productividad, una relación que mejora conforme lo hace el conocimiento disponible, ya sea incorporado en máquinas o bien de forma intangible en las personas.
Dónde más conocimiento hay, menos cuesta producir, es decir, se obtiene más output por unidad de input empleado; y siendo más grande el producto obtenido, mayores pueden ser los salarios y los beneficios, todo a la vez. Cómo pasa hoy en día en Alemania: más trabajadores bien pagados y los beneficios empresariales en alza!
Por eso aquí, donde el conocimiento es inferior y producir es más costoso, y donde se quieren igualar los beneficios empresariales para satisfacer un capital que viaja con libertad y no quiere invertir en conocimiento, la única forma de competir consiste en bajar salarios.
No es que no haya alternativas, sino que no se quieren: ni invertir en más conocimiento, ni salir de un euro para el que no estábamos preparados. Por lo tanto: recortes, paro y bajada de salarios hasta el punto que compensen nuestra menor productividad; y una vez que la compensen, ¿por qué tendría que querer nadie invertir en conocimiento?
Y una vez que la compensen, ¿nos quedará talento?
Comía este domingo con un empresario que busca ingenieros y no los encuentra: tienen tan claro que han de emigrar, que ya no se molestan en enviar el CV!

No hay comentarios:

Publicar un comentario