miércoles, 11 de enero de 2012

¿Hay alternativas a los recortes?

Por supuesto que hay alternativas: para empezar, reconocer la dimensión europea de la situación actual y buscar una solución igualmente europea; tanto financiera, para desbloquear el crédito, como económica, para corregir los desequilibrios regionales. ¿Una Europa de dos velocidades? Y por qué no. ¿Qué, más allá de un orgullo numantino, nos hace preferir estar en la primera? Ni unos intereses más bajos no tenemos; a pesar de compartir moneda, ya pagamos unos intereses mucho más altos que Alemania. ¿Qué, pues?

Considerarnos los únicos culpables de todo —paro, deuda, déficit público y comercial—, a pesar de erróneo, es un recurso muy fácil para unos gobiernos nuevos que pueden acusar ampliamente a sus predecesores, y supone creer que la solución está exclusivamente a nuestras manos; y si más endeudamiento no es posible y devaluar tampoco, no queda sino recortes, depresión y deflación.

Si además se comparte el dogma neoliberal predominante, y su fe ciega en el mercado, podemos llegar a oír lo que reclamaba hace poco un responsable de la patronal catalana: reducir los salarios, para ganar competitividad, y establecer unos subsidios de paro de menor duración, para que los trabajadores no pierdan la forma! Debe de ser esto, la carencia de forma, la razón que explica los cerca de cinco millones de parados.

Es lo que tienen las fes dogmáticas, que pueden negar toda evidencia; sobre todo, si eso reporta réditos a su curia. Porque el hecho es que los precios han subido más que los salarios durante la década del euro, y, por lo tanto, no se les puede acusar de la pérdida de competitividad; tampoco esperar que, bajándolos, lo harán también los precios. En todo caso, estos bajarían debido a la contracción de la demanda que supone el gran número de parados —con éstos regalando a quienes trabajan los beneficios de la reducción de precios; pero tampoco eso los hará bajar: mientras que el aumento de demanda hace subir primero los precios y después la oferta, la disminución de demanda se resuelve directamente con una de equivalente o superior de la oferta: menos producción y, por tanto, menos trabajadores; esto es, el paro creando más paro.

Caen, en todo caso, los precios de los productos en stock, como por ejemplo los pisos ya construidos; pero puede no caer ninguno otro precio. Precisamente, la mayor flexibilidad que piden todas las patronales, y que pronto les concederá el PP, no busca sino hacer más fácil y rápida la contracción de la oferta ante caídas de la demanda; es decir, más leña al fuego del paro! Y pocas prestaciones sociales para que se acepte cualquier trabajo a cualquier precio.

Y mientras aquí seguimos haciéndonos la pascua entre nosotros, los productos de importación van haciendo la suya: las empresas que pueden hacer con cinco trabajadores bien pagados, aquello que a las de aquí les pide diez, venden más y más barato, hacen cerrar la menos productiva industria local y dejan en la calle a sus diez trabajadores.

Pero si aquí pagamos a los trabajadores la mitad que allí, me diréis, estaremos en igualdad de condiciones y podremos competir.

¿Y cuando el de afuera sólo necesite cuatro trabajadores? ¿Y cuando saque un nuevo y mejor producto? ¿O es que quizás creemos que en el Norte invierten tres y cuatro veces más que nosotros en enseñanza e I+D porque son tontos? ¿Todavía no hemos entendido que todas las batallas, civiles y militares, hoy más que nunca las decide el nivel de conocimiento y la capacidad de transformarlo en ingenios mortíferos —cuando se trata de militares— o en ingenios útiles o complacientes —cuando se trata de civiles? ¿Cómo levantaremos la cabeza con una estrategia de bajar salarios que no puede sino hacer huir a nuestro mejor talento?

También hay empresarios que, ante la prosperidad de un competidor que no deja de sacar nuevos productos al mercado y mejorar sus procesos productivos, acusan a sus trabajadores de cobrar demasiado dinero, les escatiman la paga y los van despidiendo.

Que Dios nos coja confesados!


P.S. En cuanto a la competencia asiática, ved la amenaza amarilla

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