Es aparentemente tan evidente que se entiende que mucha gente crea que la
competitividad china, como la de otros países en vías de desarrollo, se deba al
bajo coste de su mano de obra; pero que lo crean también algunos economistas
supone muchos días sin ir a clases mientras estudiaban o mucha mala fe.
En todo caso, en base a esta falsa creencia se ha acometido en Europa un brutal
proceso de contención salarial y, por tanto, un proceso paralelo de crecimiento
de las rentas del capital y de concentración de riqueza sin que, como era de esperar,
no se haya obtenido ninguna mejora de la competitividad en relación con los
países en vías de desarrollo.
Digámoslo una vez más: el coste de un solo factor, ni que sea tan importante
como el de la mano de obra, no determina la competitividad de nada; es la
combinación de factores necesaria para obtener cada unidad de producto, esto es
la productividad, lo que la determina. Allí donde los costes de los factores sean
similares, es decir en sistemas bajo una misma moneda, mandará la productividad
absoluta: quien produzca más con menos unidades de factores, será más competitivo;
y entre entornos con diferente unidad monetaria entrará en juego, en cambio, la productividad relativa: competirán
internacionalmente los productos con mejor productividad “local”, independientemente
de cuáles sean los costes de los factores en uno y otro entorno.
Quien lo dude puede estudiar Leontief y Passinetti, leer mi libro “I jo
quina culpa en tinc, de tot plegat?”, o bien puede simplemente comprobar que los
productos que nos llegan de China son los más tecnológicamente avanzados de aquel
país y, en cambio, del Norte de Europa nos
llegan productos de todo tipo, incluidos tomates de Holanda y patatas de Bélgica.
La amenaza china no la constituye el bajo coste de su mano de obra; es un
ignorante o un mentiroso quien justifica así una necesaria bajada de salarios en
Europa. La amenaza china la constituye, en todo caso, su falta de democracia y
de competencia, de donde se deriva una concentración de riqueza estatal y
corporativa sin precedentes; una concentración con la que seguramente nuestras
corporaciones sueñan y van camino de conseguir.
Los adalides del capitalismo envidiando a sus colegas comunistas, quien lo
hubiera dicho! Y que miopía: porque el crecimiento chino descansa en un escaso
consumo interior y mucha exportación, y “todas” las economías del mundo no pueden tener un saldo de exportaciones
positivo! Sin esta válvula, la acumulación
de riqueza en manos de unos pocos acaba impidiendo que se genere más.
Cuando en la Francia revolucionaria miraban de resolver el hambre generalizado
haciendo servir la guillotina para repartir la riqueza de la aristocracia, en Inglaterra
Adam Smith propuso una solución alternativa: acabemos con los monopolios y
establezcamos la libre competencia, esto permitirá la máxima producción al
mínimo precio y contendrá los beneficios corporativos.
Más democracia y más competencia en todo el mundo, eso es lo que hace falta
tanto aquí como en la China; menos poder de les corporaciones y más para las persones.
Esto, o volverán a lucir las guillotinas.
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