Mi abuelo materno, a quien no conocí —cosa nada extraña en una época en que
la esperanza de vida era bastante más corta que ahora—, parece ser que solía
decir, ante los callejones sin salida de la vida, que en caso de duda había que
dar un paso al frente.
El tono más bien crítico de mis entradas, por otro lado inevitable ante la
que está cayendo, pide unas cuantas dosis de esto, de querer salir adelante a
pesar de las dudas.
Hay un adelante, sin embargo, que ofrece más bien pocas dudas: la
innovación. Al fin y al cabo, innovar es lo que ha hecho el hombre desde que
bajó del árbol: para minimizar el esfuerzo, para probar de disfrutar más y que
sean más quienes disfruten.
Nunca me han interesado los juegos de suma cero, aquellos donde hay uno que
gana aquello que otro pierde; ni siquiera como juegos de mesa me han interesado
nunca. Me interesan aquellos donde todo el mundo que participa puede ganar, y
la innovación es el mejor de estos juegos, tal vez el único; por eso sigo
jugando, y ya van más de veinte años.
Y ahora, cuando el entorno no hace sino llenarse de sombras y de dudas,
cuando parece que ya hemos tirado la toalla, que el tren ha hecho vía y nos
hemos quedado en el andén, es cuando recuerdo al abuelo que no llegué a
conocer, y que por eso me lo puedo imaginar a mi gusto, y tomando sus palabras
me digo que adelante!
Él hizo las maletas para probar fortuna en las américas, de donde volvió
con seis hijos y no mucho más dinero; yo hoy las estoy preparando para ir a
China: las lleno de tecnología de aquí —sí, también tenemos— con la esperanza
de venderla allí. Y a medio camino tengo que pararme en Suiza, donde hay una
importante corporación interesada en cosas nuestras!
La última palabra no está aún dicha; y ante la duda, adelante!
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