miércoles, 14 de marzo de 2012

Huelga general


La huelga, como la misma sindicación, es una estrategia de acción col•lectiva alternativa, a veces complementaria, a la acción individual que el liberalismo reivindica como la máxima expresión de la libertad individual; un individualismo que domina la cultura occidental no sólo en el mundo laboral, sino también en la novela, el cine, la pintura...

El héroe o la heroína son siempre individuos, protagonistas destacados de la historia en mayúsculas o de las historias minúsculas de ficción.
Pero lo cierto es que no hay héroe real o ficticio sin seguidores; ni los peores monstruos, como por ejemplo Hitler, Stalin, Assad... pueden triunfar sin un colectivo detrás suyo. Tampoco los individuos de más éxito pueden serlo sin seguidores.
No hay, en realidad, ninguna acción individual en sociedad: todas son colectivas!
Lo ha sido, por supuesto, una reforma laboral que modifica las condiciones contractuales de millones de trabajadores. Una acción colectiva de unos, los que han votado al actual gobierno, afectando a un colectivo mucho mayor. ¿Sorprende que este último también adopte, en consecuencia, una estrategia colectiva?
Por tanto, más que ésta conviene explorar su trasfondo: se supone que se hace una reforma laboral para salir de la actual crisis, y esto quiere decir que se afirma que el problema de la crisis rae en el mercado laboral.
¿Con qué datos se afirma?
¿Quizás ha aumentado la participación de los salarios en la distribución de la renta y no han quedado beneficios suficientes para invertir y crecer? No; ha sido al contrario. ¿Quizás tenemos unos salarios más altos que los países europeos de donde importamos desde tomates hasta coches? Tampoco; aquí son más bajos. ¿Quizás aquí tenemos más absentismo laboral? Tampoco; tenemos igual porcentaje que el Norte de Europa.
Por el contrario, si ahora examinamos la inversión en capital productivo —tangible, esto es maquinaria y tecnología; e intangible, esto es I+D, innovación y formación del personal—, aquí sí que tenemos un importante diferencial en contra nuestra.
¿No es más bien este diferencial, pues, la causa de la actual crisis?
Una inversión productiva insuficiente que ha supuesto una pérdida de competitividad creciente y, en consecuencia, un déficit comercial exterior que ha supuesto un endeudamiento foráneo colosal; esto es, según los datos, lo que nos ha metido en la actual crisis. Y ésta en un déficit público que tampoco teníamos (la otra cara: una inversión inmobiliaria excesiva, un paro latente que postergábamos detrás del tocho, y un endeudamiento privado con el cual se compensaba la pérdida de poder adquisitivo).
Y en vez de atacar la raíz del problema, atacamos los síntomas y a las víctimas: el déficit público y los trabajadores! Ah, y los funcionarios, otros culpables que tampoco, según los datos existentes, son más numerosos aquí que en los países que nos van por delante.
Combatir los síntomas y no las causas puede minorar aquellos, pero también puede dejar que la enfermedad acabe gangrenando todo el cuerpo.
¿Alguna esperanza?
Poco a poco volverá a ser un chollo producir aquí y un mal rollo ser empleado o funcionario; crecerá el número de autónomos y de microempresas, y vendrán más empresas foráneas: al fin y al cabo, las que todavía hoy en día lideran nuestras exportaciones —automóvil, química, alimentación...—y que en el futuro quizás lideren, también, el flujo de turismo —eurovegas

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