La huelga, como la misma sindicación, es una estrategia de acción
col•lectiva alternativa, a veces complementaria, a la acción individual que el
liberalismo reivindica como la máxima expresión de la libertad individual; un
individualismo que domina la cultura occidental no sólo en el mundo laboral,
sino también en la novela, el cine, la pintura...
El héroe o la heroína son siempre individuos, protagonistas destacados de
la historia en mayúsculas o de las historias minúsculas de ficción.
Pero lo cierto es que no hay héroe real o ficticio sin seguidores; ni los
peores monstruos, como por ejemplo Hitler, Stalin, Assad... pueden triunfar
sin un colectivo detrás suyo. Tampoco los individuos de más éxito pueden serlo
sin seguidores.
No hay, en realidad, ninguna acción individual en sociedad: todas son colectivas!
Lo ha sido, por supuesto, una reforma laboral que modifica las condiciones
contractuales de millones de trabajadores. Una acción colectiva de unos, los que
han votado al actual gobierno, afectando a un colectivo mucho mayor. ¿Sorprende
que este último también adopte, en consecuencia, una estrategia colectiva?
Por tanto, más que ésta conviene explorar su trasfondo: se supone que se
hace una reforma laboral para salir de la actual crisis, y esto quiere decir
que se afirma que el problema de la crisis rae en el mercado laboral.
¿Con qué datos se afirma?
¿Quizás ha aumentado la participación de los salarios en la distribución de
la renta y no han quedado beneficios suficientes para invertir y crecer? No; ha
sido al contrario. ¿Quizás tenemos unos salarios más altos que los países
europeos de donde importamos desde tomates hasta coches? Tampoco; aquí son más
bajos. ¿Quizás aquí tenemos más absentismo laboral? Tampoco; tenemos igual
porcentaje que el Norte de Europa.
Por el contrario, si ahora examinamos la inversión en capital productivo
—tangible, esto es maquinaria y tecnología; e intangible, esto es I+D,
innovación y formación del personal—, aquí sí que tenemos un importante
diferencial en contra nuestra.
¿No es más bien este diferencial, pues, la causa de la actual crisis?
Una inversión productiva insuficiente que ha supuesto una pérdida de
competitividad creciente y, en consecuencia, un déficit comercial exterior que
ha supuesto un endeudamiento foráneo colosal; esto es, según los datos, lo que
nos ha metido en la actual crisis. Y ésta en un déficit público que tampoco
teníamos (la otra cara: una inversión inmobiliaria excesiva, un paro latente
que postergábamos detrás del tocho, y un endeudamiento privado con el cual se
compensaba la pérdida de poder adquisitivo).
Y en vez de atacar la raíz del problema, atacamos los síntomas y a las
víctimas: el déficit público y los trabajadores! Ah, y los funcionarios, otros
culpables que tampoco, según los datos existentes, son más numerosos aquí que
en los países que nos van por delante.
Combatir los síntomas y no las causas puede minorar aquellos, pero también puede dejar que la enfermedad acabe gangrenando todo el cuerpo.
¿Alguna esperanza?
Poco a poco volverá a ser un chollo producir aquí y
un mal rollo ser empleado o funcionario; crecerá el número de autónomos y de
microempresas, y vendrán más empresas foráneas: al fin y al cabo, las que
todavía hoy en día lideran nuestras exportaciones —automóvil, química,
alimentación...—y que en el futuro quizás lideren, también, el flujo de turismo
—eurovegas
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