Hay quien se llama
empresario con un modelo de negocio que consiste en seleccionar buen personal,
ofrecerlo a los clientes a un alto precio y pagarle cuanto menos mejor. Un modelo
en todo similar al del macarra con sus putas.
No diré nombres. Todos conocemos
alguno, es un modelo muy extendido, demasiado; una reliquia de los tiempos
feudales, cuando el señor tenía derecho a una buena parte del fruto de sus siervos
a cambio de protegerles, de grado o a disgusto.
Consideraciones éticas a parte,
las cuáles mucho me temo que nunca han sido un vector de gobierno muy seguido, el
modelo de negocio descrito es manifiestamente mejorable; es decir, los hay que
permiten ganar mucho más, tanto al empresario como al personal que con él
trabaja.
Con un modelo basado en
un proyecto, una organización, la formación del personal, la innovación
permanente i la tecnología adecuada, es posible “multiplicar” el fruto que puede
generar cada trabajador. I aquí el beneficio del empresario no es una parte que
le toma a aquél, sino la contrapartida por la palanca con que el fruto se
multiplica.
También conozco a muchos
de estos otros empresarios, los verdaderos. Algunos incluso escalan la lista
Forbes; otros son campeones desconocidos, y ojalá que tuviéramos a miles; y unos
y otros han de verse mezclados, y su oficio vilipendiado, por culpa de los que
comparten modelo de negocio con mafiosos i macarras.
Hoy como nunca nos hacen
falta emprendedores armados de palancas multiplicadoras; antes hará falta, seguramente,
no confundir a los unos con los otros.
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