El escrito anterior ha recibido
alguna crítica por hacer culpables a otros, y no a nosotros, de la situación en
que estamos. Lo cierto es que en muchos de previos he abominado tanto, de nuestras propias culpas, que he llegado a
desear una victoria del Norte; pero no de este Norte que exige vasallaje al
Sur y, creyéndose libre de toda culpa, levanta la primera piedra y la lanza
contra nosotros, vagos y perezosos sureños.
A ver, viví en Grecia poco
después de su entrada en el Mercado Común, que es como se llamaba entonces la cosa,
y aquello fue como un “tsunami” que se llevó
por delante la ya escasa industria griega. A pesar de sus bajos salarios, que
eran como la mitad de los nuestros y una cuarta parte de los alemanes, les era
imposible competir ante la muy superior productividad centro-europea, allí donde
pagaban por cuatro pero producían per seis.
Poco más o menos, como
pasó aquí cuando España se incorporó a la UE y vio desaparecer, o cambiar-se a
manos extranjeras, centenares de miles de empresas. Después, para acabarlo de
arreglar, vino el euro y la imposibilidad de compensar vía devaluación nuestra
inflación, inevitablemente más alta que la suya, puesto que teníamos que crecer
más que ellos para atraparlos.
Como contrapartida por la
industria devastada, y por las limitaciones que implicaba el euro, la UE donó
al Sur poco más que limosnas, la mayoría de las cuales se les devolvían con los
trenes de alta velocidad, las fragatas, los tanques y otras bagatelas que, buenos
muchachos como somos, les comprábamos de buen grado.
Entonces alguien tuvo,
aquí como en los EUA, una idea genial: les cases no pueden venir de fuera, esto
lo podemos hacer nosotros! Hablaron con los banqueros, mayormente los del Norte,
los que financiaron dos de cada tres hipotecas, y estos dijeron que ningún
problema; imagino que deberían hacer el obligatorio análisis de inversiones
alternativas y nuestras hipotecas deberían ser la mejor opción.
¿O quizás era la única? ¿La
única para ellos y para nosotros?
A pesar de que teóricamente
tuviéramos otras alternativas, a pesar de que probáramos de tirar otras
adelante, como por ejemplo investigar, invertir y ser más productivos; a pesar
de todo, si finalmente triunfó la inmobiliaria puede muy bien ser que esta fuese,
de hecho, la única posible; que ante la mayor productividad “física” del Norte,
y bajo una misma moneda, el único lugar donde podíamos dar trabajo a los cuatro
millones que hoy están sin trabajo fuera aquella inmensa burbuja.
También es posible que estuviéramos
todos equivocados; pero ellos, los que la financiaron, no lo estuvieron menos
que nosotros. La alternativa es peor: si ellos no se equivocaban, entonces
querría decir que sabían que tarde o temprano nos tendrían bien ligados con la
deuda!
Sea una posibilidad o la
otra, no están exentos de culpa! Y la mayor estaba aún por llegar...
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