sábado, 10 de diciembre de 2011

De vagos y maleantes


—Escuche.
—Diga, diga.
—No, que me preguntaba si yo podría vivir aquí dentro.
—¿Pero qué dice?
—Alojamiento y comida gratis ¿no?
—Bien, sí, eso es bien cierto, pero...
—¿Pero?
—No nada, ya sabe, que después no le será fácil salir.
—¿He de querer?
—Bien, los hay que sí quieren.
—Me han dicho que la mayoría vuelve ¿no?
—Sí, eso sí, más tarde o más pronto, la mayoría acaba volviendo.
—Pues dígame cómo puedo tener plaza, hombre.
—Tendrá que hacer algo malo, algo gordo.
—Ostras! Con eso no contaba ¿Es necesario?
 —Si no es una amenaza para nadie, auqnue se muera de hambre no tendrá sitio aquí dentro.
—¿Y cómo de gorda ha de ser la maldad?
—Quiere estarse mucho tiempo.
—¿Y pues? toda la vida quisiera!
—Así deberá ser muy gorda. Tome mi arma, le servirá.
—¿Un arma? No me dirá que he de matar a alguien.
—Bueno, eso ayudaría; pero quizás puede empezar con una estancia de prueba y después, si le gusta...
—Hmmm... una prueba. Suena bien. Para estar un par de meses, qué le parece que he de hacer?
—Quizá un tiro aquí, en mi pierna...
—¿Qué dice, hombre, su pierna?
—Hace mucho que estoy enfermo y en el hospital no me atienden, quizás con una buena herida...


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