Antes de
practicar el embargo de cuentas corrientes, aquí se cobraba un porcentaje ridículo de las multas, mientras que en
Alemania se pagaban prácticamente todas en menos de quince días; nos pensábamos
que era algo cultural hasta que averiguamos qué pasaba allí el día dieciséis:
¡Prisión!
En función del importe debido, unos días a la cárcel.
No quiero
decir con esto que no haya elementos culturales en todo comportamiento humano,
pero sí niego que haya culturas más virtuosas que otras y tengo para mí que
buena parte de lo que denominamos cultura es fruto de las leyes del hombre, o
de los dioses de los hombres, y todas están sometidas a las de la naturaleza y
las de la economía.
Todo esto
viene a cuento de haber vuelto a escuchar, en una tertulia reciente en el
Colegio de Economistas, que hay quienes sólo consumen mientras otros ahorran, aquel
tópico de la laboriosidad norteña y la pereza del sur. Por poco no había quién
hacía responsables a los parados de sólo consumir! De hecho, hay quién en
privado lo piensa.
La
conclusión que con esto llegan es que para salir de la crisis económica actual deberemos
ser más alemanes y dejar de ser griegos, sicilianos, andaluces o catalanes,
algo que supondría un genocidio cultural que envidiaría quién quería España “una
y grande”, y quien quería una Europa que desfilara bajo una cruz gamada por
bandera.
En una
versión actualizada del debate Unamuno/Ortega sobre hispanizar Europa o
europeizar España, con una Europa ahora sustituida por la plenipotenciaria
Alemania, volvemos a identificar en el carácter cultural de un pueblo la culpa
de todos sus males, y en la del otro todo de virtudes.
¡También yo he pedido a veces una rápida victoria
norteña, cierto; he envidiado y envidio algunas de sus leyes y, sobre todo, algunas
de sus revoluciones; pero todavía valoro más la diversidad cultural de una
Europa multilingüe!
La
criminalización nazi de los judíos empezó identificando algo de pernicioso en
su raza; todas las colonizaciones se han justificado con la superioridad
cultural, e incluso moral y espiritual, del colonizador; el sentimiento de
superioridad es siempre la punta de lanza del imperialismo: sólo falta que
nosotros les ofrecemos la “colonia” en bandeja de plata y agachemos la cabeza
a su paso de tanto como nos pesa el complejo de inferioridad.
Los cuatro
desequilibrios fatales de nuestra economía —paro brutal, deuda externa colosal,
déficit comercial insostenible y déficits públicos impagables—, a pesar de
estar estrechamente relacionados y ser en todo similares a los países no
protestantes de la periferia europea, no son el resultado inexorable de nuestro
carácter y cultura sino que son, como el pago “voluntario” de las multas en Alemania,
el resultado de leyes tomadas por el hombre dentro del contexto de unas
determinadas leyes económicas.
Destinaré
los próximos post a analizarlas. Entretanto, paremos el hara kiri social en que
estamos inmersos.
Feliz año nuevo, gente diversa!
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